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¿Qué es el yoga y cómo se practica?

Yoga es una palabra de la lengua sánscrita que se ha empleado a lo largo de los siglos para denotar tanto un estado mental del Ser, como el método y las prácticas que permiten alcanzar dicho estado. 

Su origen se cree ocurrido en la India y, aunque las fechas que se poseen en la actualidad no son exactas, se estima que su historia posee, aproximadamente, unos 2000 años de recorrido escrito. Este cálculo utiliza como referencia al texto más antiguo encontrado por la civilización actual: los yoga sutras. Allí se exponen, sistemáticamente, las enseñanzas y prácticas de una vía de aprendizaje particular: el Ashtanga yoga, o “el yoga con ocho miembros auxiliares”. Su autoría es adjudicada al Maestro escritor Patañjalim, un personaje de cuya existencia real no se posee certeza absoluta. Algunas personas creen, incluso, que se podría tratar de un nombre “ficticio” y que su trabajo es, en realidad, un compendio de conocimientos recopilados de diferentes contribuyentes. 

Además de los trabajos y textos disponibles para definir el concepto de lo que es el yoga, también se pueden aprovechar los diversos significados que se le atribuyen a la palabra en su idioma original. Se piensa que la palabra yoga deriva del vocablo yuj. Entre los verbos que lo denotan, podemos mencionar: unir, reunir, conectar, centrar, dirigir.

A fines prácticos, se puede categorizar que el objetivo buscado a través de la práctica de yoga es la liberación final.

¿Cómo empezar a practicar yoga?

Lo recomendable es hacerlo mediante la mirada atenta de una persona competente que cumpla con los requerimientos necesarios. A continuación se exponen cuáles son las nociones básicas a tener en cuenta por alguien que desea comenzar su práctica. 

“Sentarte a observar en silencio el caótico devenir de tu mundo interno debe ser uno de los regalos más trascendentales de la vida.”

En yoga podemos separar la práctica en dos perspectivas: una práctica exterior, donde sus resultados se aprecian en el mundo físico de los sentidos; y una práctica interior, cuyas modificaciones son experimentadas de manera directa por la persona que desarrolla la práctica, y que no son captadas únicamente con los sentidos antes mencionados. 

Los cambios a nivel de la materia son observados mediante los sentidos físicos, se manifiestan gracias a la persistencia y regularidad en la práctica de las posturas, denominadas Asanas. El aliado principal para lograr este 

objetivo, o alcanzar esta meta a nivel del cuerpo físico, es la respiración, la cual se aprende a regular a través de las técnicas de Pranayamas (o técnicas respiratorias). Son éstas últimas las que posibilitan la entrada de la atención del practicante en los mundos internos que se abren, a medida que se observan las sensaciones que van apareciendo. 

“Hay cambios que son más notorios para la vista, y otros que los son para el oído. Sin embargo, en mi experiencia, es el cambio silencioso al que le encuentro gran sentido.”

Estos primeros pasos pueden llevar años: lo imprescindible es descubrir la habilidad y el talento natural individual para sensibilizar el organismo a estímulos sutiles, casi imperceptibles en los inicios. 

A medida que se logra maestría en el arte de la escucha interna, la concentración obtenida durante las sesiones de práctica meditativa logra profundizar en terrenos que permanecían inexplorados por la mente, debido al desconocimiento previo de su existencia. A estos estados meditativos les suceden procesos constructivos y destructivos, que van liberando el alma del iniciado de las impurezas y los obstáculos que actúan como una cortina que divide la realidad del individuo. 

Los procesos antes mencionados conllevan un riesgo inherente, ya que, como dice el refrán: “Donde está el cuerpo, está el peligro”. El proceso transformativo profundo opera al nivel de la psique y las emociones; un destrato de éstas puede generar cambios irreversibles en la persona que los padece.  Es debido a esto, la recomendación de la asistencia de un Maestro que acompañe el proceso. La presencia de alguien que ha atravesado diferentes etapas en la senda de la Sadhana (práctica espiritual) es, sin dudas, un hecho ventajoso para la persona beneficiaria.